Congelados en cierto momento del tiempo.
Fotografía y retoques por La Exuberancia de Hades (Jardines del Campo del Moro, Madrid).
Fotografía publicada en mi Instagram (Enlace).
El espejo del tocador refleja nuestros rostros, ¿ahora ya lo ves? El maquillaje de cadáver sienta tan bien… Blanco y negro sobre mármol pálido, como una caricia gótica a la luz de la Luna llena en Virgo. Suave y arrebatadoramente cruel, igual que la mano que empuña la daga de obsidiana en el golpe de gracia.
Aquí mismo tenemos a Caronte dando un último viaje y sepultura a los amantes del pasado, una moneda sólo más ocho lágrimas y ya serán presa del olvido, para siempre. Tan sencillo que no nos hemos percatado que es el fin del fin el que se vislumbra en los macabros ojos de la noche, y aun así nos quedan ganas para volver a enamorarnos.
Hoy recordamos en penumbra a aquellos que pasaron fugazmente por el corazón, resonando en Lo-fi profundo, con la (de)cadencia que se presupone a aquello que perdió toda su razón de ser. Entre letanía y letanía, retumbando rítmicamente como un mantra melancólico, desnudamos lo dulce del olvido en el paladar, y volvemos a imbuir las lenguas con el adictivo sabor del deseo.
A veces olvidamos que a pinceladas de noche subsistimos exclusivamente en monocromo, como una fotografía del pasado que hoy arde por el fuego de la indiferencia, dictamos sentencia a la mediocridad de los sueños por cumplir, y pasamos a tomar la iniciativa de ellos mismos. Quemaremos por fin la sábana de nuestros fantasmas particulares y nos bañamos en sus cenizas malditas.
Château Turquoise mi amor, ha llegado la hora de encerrarnos el uno en el otro, no hay tiempo que perder, estamos a un solo paso de perder la razón y es maravilloso. Tendremos todo un reino propio entre éxtasis, fuegos artificiales y rosas negras, pero siempre oscuro y denso, con habitación vintage propia para el clímax y sótano para el dolor.
Las sombras reverberarán sobre la piel cual mensajes ocultos a descifrar. La carta del Hierofante sobre la mesa y la cena servida entre velas y frenesí, es todo lo que te prometo, noche tras noche. Encantados en la embriagadora melodía de los espectros, la única verdad resultante será un baile de labios hasta el amanecer.
Serán dos corazones sincronizados en la oscuridad. Serán dos, y la noche.
Gustave Courbet – Castillo de Chillon (1874 – 1877).
El amor, palabra gigantesca la cual abarca sensaciones y sentimientos aún más grandes, ha sido una de las más fecundas fuentes de inspiración en todas las facetas de lo artístico, siendo la pintura de las más llamativas y que más obras maestras ha dejado tras de sí.
Todo ello nos hace creer en la realidad de aquella célebre frase: «El amor mueve el mundo»… (Y los pinceles también).
❤️💞💘
Jan van Eyck – Retrato de Giovanni Arnolfini y su esposa (1434).
Caravaggio – El Amor Victorioso (1601 – 1602).
Peter Paul Rubens – El Jardín del Amor (1630 – 1635).
Jean-Honoré Fragonard – La declaración de amor (1771 – 1772).
Carlo Bossoli – Esperándolo, Venecia (1849).
Ary Scheffer – Los fantasmas de Paolo Malatesta y Francesca de Rímini se aparecen a Dante y Virgilio (1854).
Francesco Hayez – El beso, episodio de juventud (1859).
Frederick William Burton – Encuentro en las escaleras de la torre (1864).
Édouard Manet – Pareja en el Père Lathuille (1879).
Pierre Auguste Cot – La tormenta (1880).
William-Adolphe Bouguereau – Muchacha defendiéndose de Eros (1880).
Jean-Léon Gérôme – Pigmalión y Galatea (1890).
Vincent van Gogh – La siesta (1890 – 1891).
Henri de Toulouse-Lautrec – En la cama: El beso (1892).
Edward Burne-Jones – Amor entre las ruinas (1894).
Edvard Munch – El beso (1897).
Evelyn de Morgan – La poción de amor (1903).
Julio Romero de Torres – Canto de amor (1905).
Gustav Klimt – El beso (1907 – 1908).
Egon Schiele – El abrazo ( Amantes II – 1917).
René Magritte – Los amantes (1928).
Roy Lichtenstein – Beso V (1964).
Prolífico año fotográfico este pasado 2022, ha habido de todo y para todos los gustos, pero al final siempre se impone la idea de una senda que hay que seguir, la más importante de todas, esa que nos hace felices con aquello que hacemos.
Esperando y deseando que este año en el que ya hemos entrado, nos guarde bellos horizontes para inmortalizar y recordar.
Feliz 2023 (con retraso).
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Selección personal (Enlace).
El 14 de Agosto de 1947 se registró el primer caso reportado de un encuentro cercano del tercer tipo con extraterrestres. El incidente fue protagonizado por R. L. Johannis, pseudónimo de Luigi Rapuzzi, pintor y escritor italiano.
Todo ocurrió después de iniciarse la era moderna de los “platillos voladores”, muy poco después del avistamiento realizado por Kenneth Arnold de nueve brillantes objetos voladores en Monte Rainier (Estados Unidos) el 24 de Junio de 1947. Johannis, que se hallaba en las proximidades del barranco de Chearso, en Villa Santina, no lejos de Carnia (Italia), pudo observar un objeto con forma de lente de unos 10 metros de ancho que aterrizó a pocos metros de donde él mismo se encontraba. El metal era rojo y estaba encajado en parte en la grieta de una roca en los Alpes, Italia.
El artista, al acercarse, observó dos seres extraños del tamaño de unos niños que salieron del platillo. Iban vestidos con trajes negros u azul muy oscuro, y de un material aparentemente plástico, un cinturón rojo brillante, mientras que su voluminoso cráneo estaba cubierto por una especie de gorro de baño a modo de casco. Su piel era verdosa y sus ojos amarillos también verdosos y rodeados por una especie de anillos redondos y salientes, estos últimos de color púrpura. De boca, sólo tenían una mera rendija que abrían y cerraban constantemente. Sus narices eran rectas, cortadas geométricamente y de gran tamaño. Además, los seres caminaban como robots, llevando los brazos colgando.
El propio Johannis realizó un boceto de los seres que supuestamente vio aquel 14 de Agosto de 1947.
Debido a la impresión del avistamiento, Johannis se quedó paralizado, todavía pensando que se encontraba ante unos niños. En ese momento contempló otro detalle: Aquellos que en principio parecían niños, tenían ocho dedos en cada mano, cuatro de ellos retráctiles.
Tras un par de minutos, el pintor agitó su mano tratando de comunicarse con ellos. No obstante, uno de los extraterrestres parece que pensó que se encontraba ante una amenaza, colocó una mano en su cinturón y este emitió una bocanada de fino humo. Posteriormente, Johannis se vio tirado en el suelo, paralizado y sintiendo como si hubiese recibido una descarga eléctrica.
Ambos seres avanzaron hasta detenerse a unos dos metros del pintor, junto a los materiales de pintura de Johannis. El hombre consiguió rodar sobre su cuerpo hasta ponerse de costado para ver entonces que uno de los seres recogía uno de sus pinceles. Luego, los seres se alejaron caminando lentamente hacia el platillo que estaba en la grieta de la roca. El disco se desenganchó de la piedra y se elevó verticalmente hasta unos 4,5 metros de altura. Allí se mantuvo suspendido en el aire un momento, después se inclinó un poco y salió disparado a gran velocidad en vuelo horizontal.
Recreación de los hechos según el propio testimonio de R. L. Johannis.
Después de unas dos horas, Johannis (según su testimonio) recuperó las fuerzas y se sintió capaz de caminar de vuelta a su casa. Cabía destacar que el señor Rapuzzi nunca había oído hablar de los platillos voladores. Esta experiencia influyó en su producción narrativa posterior.
Tiempo después, L. R. Johannis creó un mundo literario ficticio: «En el centro del universo imaginado por Rapuzzi la idea de que en una época remota, donde hoy se puede observar una banda de asteroides entre las órbitas de Marte y Júpiter había un planeta, habitado por una raza muy evolucionado, los Nhors. Explotó debido al abuso de la energía nuclear, practicado por sus habitantes. El hombre en la Tierra derivaría de la fusión de los homínidos neandertales y los sobrevivientes de la raza Nhor, que hicieron una contribución decisiva a la evolución, al mismo tiempo que experimentaron una invasión lenta».
Rapuzzi fue uno de los pocos autores italianos que publicó para la célebre revista Urania en aquel momento.
Fuentes: Noticiero Universal, Mystery Planet, Modo Fun, elaboración propia.
Vestigios de la noche anterior corren por el pasillo, el recuerdo se desvanece ya como un espectro frenético con ansias de volver al frío de su tumba. No existe quietud ni calma cuando se está maldito, y el despropósito de un corazón palpitante resulta ser el tic tac que golpea a plomo el segundero del viejo reloj.
Con el puzle de este corazón resuelto, el amor queda así, como una puerta secreta descubierta y a la vista de todos, una postal de ensueño por la que se cuelan todas las ansias, certeramente directas hacia un macabro lecho de espinas.
Acostados, encantados de que la sangre sea añil y la esperanza, un rojizo descosido en la piel con vistas al infierno. “El amor es una niebla que se quema con el primer rayo de luz de la realidad”, y aun así es la presa por la que se suspira hasta en sueños, el regalo envenenado que lo cambia todo, sobre todo a uno mismo.
Las odas a la soledad reposan para siempre ahorcadas de árboles esqueléticos, a su sombra, la incertidumbre es presa de esa propia y autodestructiva naturaleza. La promesa hecha con ansias de eternidad es con todo, de sangre y palabra.
En este reducto de sombras y hielo, las entrañas se estremecen con cada caricia susurrada por los labios. No hay lugar para las mentiras, la verdad se cambia por el fuego, es ya inevitable el ascenso al cénit, para después caer y desvanecerse como una estrella fugaz. Y habrá merecido la pena cada eterno segundo.
Hugo Simberg – La danza de la Muerte (1899).
Feliz Navidad & Año Nuevo para todos, Happy Christmas & Prosperous New Year.
Caspar David Friedrich – Paisaje de invierno con iglesia (1811).
Tan dulce como el último trago de veneno, así resulta este otoño teñido de ocre y fantasmagorías para un corazón sepultado en lo caduco del resquemor eterno. Tan fácil es como saborear los últimos besos al atardecer, justo antes de la muerte del amor.
Limbo para los creyentes que lo apostaron a una noche sin fin, y que perdidos en la oscuridad, son incapaces de resolver el nudo gordiano que liberaba sus labios de la separación. Están pues, ya sentenciados a un postrero aliento que conduce al fin más sobrio nunca imaginado.
Las puertas hacia Hel abiertas de par en par, la lluvia asolando cada facción de un rostro torcido en la displicencia; oh sí, es un paisaje prometedor. El fuego interior no deja de arder, aun a sabiendas de que un solo beso es culpable de aniquilar todo un mundo, porque incluso la caricia más tierna puede guardar la intención más cruel.
Morder la manzana prohibida que condena nuestro corazón en el del otro es el mejor método de sobrevivir al gélido infierno. Todo se juega entre el verde y el azul, a través de un tétrico camino bordeado por musgo y estatuas del pasado, las cuales yacen sin la mera intención de resucitar de su abismo, tan privado como encantador.
Cada segundo goteado así en la garganta es un oasis en mitad del desierto, ese recoveco en el que vislumbrar que la Luna se asoma a través de la oscura tumba que el olvido pudo ofrecer entre las caricias más intensas jamás sentidas (y sufridas).
Tan dulce como las sombras que se deslizan por la piel, así desnuda la oscuridad nuestra resistencia, sublimando cada rincón con su caricia opaca, es el éxtasis anhelado, la respuesta a todo. Descorchamos el veneno, cerramos la puerta y giramos la llave… Será esta noche.
Lon Chaney y Loretta Young en Laugh, Clown, Laugh (1928).
La conocida como Ballena del Diablo es un monstruo marino legendario parecido a una ballena «demoníaca» (o una tortuga marina en algunas leyendas). Según los mitos, esta supuesta ballena es de un tamaño enorme y podría tener la capacidad de tragar barcos enteros. También se parece a una isla cuando está durmiendo, y los marineros desprevenidos ponen pie en tierra sobre espaldas. Cuando estos encienden un fuego, la Ballena del Diablo se despierta y ataca el barco, arrastrándolo hasta el fondo del mar. Debido a esto, el cristianismo comenzó a asociar a la ballena con el propio demonio. Esta historia se encuentra en Simbad el Marino.
El incidente de la isla de las ballenas en el primer viaje de Simbad, desde Bagdad y Basora, puede compararse con las ballenas descritas por Plinio el Viejo (23 – 79 d. C.) y Solino, como midiendo cuatro yugadas, doscientos codos de largo; Al-Qazwini describe una historia similar de una tortuga colosal. Tales historias orientales son probablemente el origen de la isla ballena en el viaje del monje irlandés altomedieval Brandán el Navegante (Circa 484 d. C. – Circa 577 d. C.), en sus viajes, supuestamente aterrizó en la espalda de una ballena gigante el domingo de Pascua, confundiéndola con una isla. Tan pronto como sus monjes encendieron un fuego para cocinar su comida, la «isla» comenzó a alejarse nadando y los marineros rápidamente regresaron a sus botes.
Ballena en un bestiario medieval (1230 – 1240).
Guillaume le Clerc menciona en el Siglo XIII:
«Pero hay un monstruo, muy traidor y peligroso. En latín su nombre es Ceto (Cetus). Es un flagelo para los marineros. La parte superior de su espalda parece arena, y cuándo emerge de la profundidad, los marineros le confunden con una isla. Engañados por el tamaño, navegan hacia él en busca de refugio, cuando la tormenta viene a ellos. Lanzan ancla, desembarcan en la espalda de la ballena, cocinan su comida, encienden un fuego, y para asegurar su barca clavan estacas en lo que piensan es arena. Cuándo el monstruo siente el calor del fuego en su espalda, se sumerge a las profundidades del mar, y arrastra hacia el abismo al barco junto a su tripulación».
Muchas leyendas modernas detrás de esta ballena gigante se inspiraron en el hundimiento real del ballenero estadounidense conocido como Essex, el cual fue hundido por un cachalote gigante en 1820. La historia de este encuentro con una ballena de enormes dimensiones, así como la historia de la tripulación de sus experiencias informadas en una isla desierta como resultado ganaron atención internacional e inspiraron muchas representaciones del cachalote en la literatura y más tarde en el cine.
En Pinocho de Walt Disney de 1940, el cachalote gigante Monstro tiene muchas características que se asemejan a las de la Ballena del Diablo.
En la novela Moby Dick (1851) de Herman Melville sobre la caza de una ballena hay alusiones tanto a la Ballena del Diablo, como al Leviatán bíblico.
Ilustración para una edición temprana de Moby Dick (1892).
El nombre Devil Whale fue utilizado para describir a la ballena gris de California (Eschrichtius robustus) por los balleneros japoneses. En 1908, un ballenero japonés relató historias sobre la caza de ballenas grises, a las que se refirió como «Kukekua Kugira» (Ballena del Diablo) debido a la dificultad y el peligro de cazarlas.
Fuentes: Wikipedia, elaboración propia.
Como plumas blancas flotando sobre las aguas más negras. Unos lo llaman recuerdo, otros olvido… pero perdura.
Fotografía y retoques por La Exuberancia de Hades (Cementerio Sacramental de San Justo, Madrid).
Fotografía publicada en mi Instagram (Enlace).