Caminar por esa selva dejando caer de las manos el hacha con el que una vez quise abrirme paso dentro de la espesura cuando el problema era yo. Mi corazón amordazado y las dudas de internarme en ella y no salir nunca más, mientras el mundo que espera fuera está repleto de cinismo del que no quiero volver a ser el protagonista. Tengo tantos pecados, tanta locura que limpiar y diluir de la mente que solamente esta selva puede significar mi redención, cuando puedo encontrar a Dios entre su frescor y en cada centímetro de ella con la certeza del perdón. Mi mente torturada por tu dolor y frustración reflejados en mí solo súplica por la reencarnación de este amor que una vez no dejé florecer.

Que se haga la noche y la bóveda arbórea cubra el firmamento para siempre, no necesito pedir más deseos a las estrellas fugaces porque aquí estoy, donde yo quiero, dentro de esta inmensa y perfecta Silvania. Te pido perdón por todas esas noches de olvido y soledad, por todo aquello que hoy poniéndome en tu lugar y encarnando tu dolor en mí me atormenta, la vergüenza que no puedo quitar de encima. Aquí y ahora de rodillas reniego de que algún día hubiera pasado algo como lo que hace tiempo gritaste…

«…Y tal vez, algún día, cuando ya no esté,

Comprendas todo lo que te amé…

Y quizás, ese día, puedas llegar a quererme…

Aunque sin duda sea demasiado tarde…»

Aunque tarde, al fin llegué a donde estabas y ahora solo deseo tumbarme y formar parte de ti, para siempre.

Te quiero.

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